jueves, 21 de junio de 2007

BEAUTIFUL GIRLS


Uno de los rasgos más atractivos del cine norteamericano (cuando, como ocurre con alguna frecuencia, éste es bueno) frente al europeo (cuando, como también suele ocurrir, no lo es tanto) estriba en su proverbial habilidad para hablar de las cosas más trascendentes, más serias, desde un prisma de absoluta amenidad, complaciendo en todo momento al espectador, en lugar de plantar la cámara en un eterno plano fijo para atormentar al respetable con discursos engolados.

Esta insólita comedia, que hace bien poco tuve ocasión de revisar, es el ejemplo perfecto de cuanto digo. Trata de eso que llamaríamos el miedo a envejecer -mejor quizá, del deseo de no crecer, el tan traído y llevado síndrome de Peter Pan-, de la ansiedad ante el futuro incierto, del miedo a la soledad y el hastío cotidiano. Sin embargo, lo que en manos de tantos cineastas europeos, cargados de ínfulas y pretensiones, resultaría un ladrillo de difícil o imposible digestión, sirve al americano Ted Demme -tristemente desaparecido- y a su impagable guionista Scott Rosenberg para cuajar cien minutos memorables, en los que el personal ríe, sonríe y se emociona a raudales, sin distinción de sexo ni edad.

El pretexto que sostiene el extraordinario guión de Beautiful Girls evoca otros títulos bien conocidos, como Reencuentro o St. Elmo´s Fire: la concurrencia de antiguos compañeros de Instituto que, años más tarde, intercambian experiencias y anhelos en un breve pero intenso plazo de tiempo. Aquí, no obstante, el grado de identificación con los personajes resulta mucho mayor, la proximidad y simpatía que despiertan traspasa la pantalla gracias a unos diálogos que destilan inteligencia, merced al trabajo de unos actores y actrices que, en su práctica totalidad, nunca -ni antes ni después- han estado mejor.
Es el caso de un Timothy Hutton que, lejanos ya los tiempos de Gente corriente (con la que logró un merecido Oscar), vuelve aquí por sus fueros y raya a gran altura; de Matt Dillon, otro buen actor poco aprovechado (al menos hasta la reciente Crash); de la deliciosa Natalie Portman, en un rol inolvidable; del desternillante Michael Rapaport (que ya estaba en la Poderosa Afrodita de Woody Allen) ... de un aluvión de secundarios a los que entiendes y conoces a la perfección en un par de pinceladas.
Entre tanto metraje grisáceo envuelto en parafernalia técnica, Beautiful Girls demuestra de manera fehaciente que la ausencia de efectos especiales (salvo que Uma Thurman sea un impecable efecto generado por ordenador), no es impedimento alguno para ofrecer auténtico y genuino espectáculo.