domingo, 23 de diciembre de 2007

BLADE RUNNER, CINE DE CULTO


Era un chaval cuando la vi por primera vez en la fecha de su estreno en Córdoba, en el cine Lucano, hoy desaparecido. Me fascinó. Ciertamente no era lo que esperaba al entrar en la sala: un film de aventuras, sin pretensiones y con Harrison Ford como un Han Solo redivivo. Pero al día siguiente, en la escuela, recuerdo que no hablaba de otra cosa. La recomendé por doquier, a unos y otros... y me sorprendió un tanto que, más tarde, a algunos no les pareciera gran cosa. Preferían a Han Solo.


Ha pasado un cuarto de siglo. Y Blade Runner sigue fascinándome, como a tantos miles de humanos (¿o Replicantes?) en todo el mundo. Como sabréis, circula ya en los comercios en lujosa y exhaustiva edición (la primera tirada se agotó en un día) el enésimo montaje a cargo de su director, Ridley Scott, y con dicho motivo me gustaría conocer vuestra opinión: ¿qué versión es vuestra preferida? ¿Mantenemos la voz en off o la suprimimos? ¿Os gusta la idea del unicornio?
El debate está servido.

domingo, 2 de diciembre de 2007

LUZ DE DOMINGO

El cine de José Luis Garci concita partidarios acérrimos y detractores furibundos. Yo, al margen de la simpatía que le profeso en lo personal, me cuento entre los primeros. A diferencia de lo que hoy se estila, sus películas no son de efectos especiales sino de efectos sentimentales. Tal vez en ocasiones se le vaya la mano con el azúcar, pero prefiero eso a comerme la pulpa de una tuera. Es un cine de imágenes cuidadas y diálogos inteligentes y sabios. Si ésta su última obra hasta la fecha la hubiese firmado un director noruego o danés, de apellido impronunciable, la crítica nacional estaría hablando de obra maestra. Al susodicho le habrían sacado bajo palio. Pero Garci es de Gijón, seguidor del Sporting -y de cualquier equipo que juegue bien-, y no se da ínfulas de grandeza a pesar de tener un Oscar en la repisa y haber sido nominado en tres ocasiones más.

Aunque tal vez no haya cometido pecado peor que el de la independencia. De eso trata justamente su Luz de domingo, basada en un relato de Pérez de Ayala ambientado en la Asturias de 1911, y que me permito recomendar encarecidamente a cuantos se asoman a este blog. El protagonista es un hombre recto, que pagará muy caro el no plegarse a abusos ni componendas, con el telón de fondo de dos bandos, Chorizos y Becerriles, enfrentados desde tiempo inmemorial en una lucha enconada y fratricida. La cantinera del lugar, foránea, sentencia lúcida: ustedes no se alegran de lo bueno que les ocurre, sino de lo malo que les ocurre a los de enfrente. El gran Alfredo Landa ha anunciado su retirada tras este trabajo; es de lamentar, aunque uno no consigue imaginar mejor despedida que su creación de Joaco, un prodigio de miradas y gestos sutiles. Carlos Larrañaga por su parte compone un cacique tan ladino como amoral.

Hermosa película, con aroma de western clásico, que nos pone frente al espejo de nuestras miserias: las que esconde la bella tierra de esta piel de toro, maldita por el virus del cainismo.