lunes, 2 de junio de 2008

INDIANA JONES Y EL REINO DE LA CALAVERA DE CRISTAL

Cine como el de antes. En contra de algunas opiniones que sostienen que este Indiana no difiere de cualquier cinta reciente de acción, a mí me retorna a un tiempo pasado, bastante más gozoso.

Este Harrison Ford maduro, hasta avejentado, me resulta entrañable. Su flamante cachorro se mofa de él en no pocas ocasiones (hasta le llama "abuelo"). Estas licencias no las admiten otras estrellas de Hollywood. ¡Bien por Mr. Ford! Me parece todo un acierto, como intuía en mi anterior entrada. La química con una Karen Allen también talludita, lejos de una belleza estereotipada, brota de nuevo y se agradece. Por lo demás, el ritmo es impecable, Cate Blanchett es una robaplanos de categoría, y John Hurt mejora cada pelicula en la que aparece. Las dos horas largas se pasan en un suspiro y uno se queda con ganas de más, y desearía que la cosa se prolongase un buen rato.

Junto a todo esto, que la trama pergeñada por David Koepp resulte un tanto atropellada y artificiosa, francamente, es lo de menos. Koepp no es desde luego uno de los colaboradores más brillantes con que cuenta Spielberg, rodeado desde siempre de talentos como su inseparable John Williams, el montador Michael Kahn o el excelso director de fotografía que es Janusz Kaminski (quien por cierto se adapta aquí como un camaleón al estilo implantado en los anteriores títulos de la saga por el malogrado Douglas Slocombe). Ya digo, no es un guión memorable. Pero Spielberg y su troupe remontan con creces ese escollo y proporcionan diversión a la antigua usanza, con un sabor añejo que uno no puede por menos que paladear como un vino viejo, de una cosecha que -lamentablemente- tiende a desaparecer.