miércoles, 4 de julio de 2012

POR QUÉ COPPOLA NO DEBIÓ FILMAR "EL PADRINO III"


Me han preguntado muchas veces por mi animosidad respecto a la tercera entrega de la saga que consagró a Coppola. Intentaré resumir las razones, por más que no sean precisamente pocas (y sin dejar de reconocer al film algunos méritos aislados, como no podría ser de otro modo siendo su autor quien es):
  • El Padrino II cierra con broche de oro la historia de los Corleone. No hay nada sustancial que añadir tras ese plano final, con Michael sabedor de su conversión en ángel exterminador (a la sazón, incluso de su propio hermano). El círculo abierto en el título precedente se cierra ahí de manera admirable, paradigmática. La muerte de la hija de Michael en El Padrino III no añade nada a su drama personal, que ya era completo (o debía serlo), salvo una reiteración innecesaria que deja ver la trastienda, el propósito mercantil que anima la cinta; no se olvide que era una de las secuelas más ambicionadas por la industria -si no la que más- habida cuenta del descomunal éxito comercial y crítico alcanzado con antelación (contra todo pronóstico, por cierto).
  • La contención, que era un rasgo determinante, esa suavidad en las formas que encubre una violencia latente e inmisericorde, da paso aquí a un estilo desaforado, excesivo, como el de la patética y a todas luces desmedida secuencia final.
  • La trama del Vaticano lleva la saga a otros parámetros; se desliza un tufillo pretencioso y grandilocuente que choca de plano con el tono "doméstico", costumbrista, que era uno de los alicientes más señalados.
  • Una de las bazas más rotundas de las dos entregas precedentes la encarnaba la soberbia partitura de Nino Rota (completada con la aportación de Carmine, el progenitor del propio Coppola). Sin embargo, en El Padrino III incurre en algo muy cercano al sacrilegio: se sirve sin empacho del intermezzo de Caballería Rusticana (que preside los minutos finales), pieza de incuestionable belleza que no obstante Scorsese había entronizado ya en el imaginario cinéfilo convirtiéndola en el eje de la banda sonora de su obra maestra Toro salvaje, y desde entonces inseparable con toda justicia de la efigie de Robert De Niro danzando sobre un ring de boxeo. Algo así como utilizar a estas alturas en un contexto "serio" (y no con fines paródicos, como se ha hecho en alguna ocasión) el Así hablaba Zaratustra de Richard Strauss, que Kubrick convirtió en una de las señas de identidad de 2001.
  • En El Padrino III no está Robert Duvall.
  • El corte de pelo de Al Pacino. Un intento por "modernizar" al personaje que se antoja un tanto burdo.
  • La interpretación de Al Pacino (histriónica y afectada, rayana en la sobreactuación, y en las antípodas de la tensión velada pero letal de antaño).
En suma, para mí El Padrino es un díptico y no una trilogía. El trío de obras maestras de su autor se completa con Apocalypse Now. Sin desdeñar, claro está, la enjundia de títulos tan notables como La conversaciónLa ley de la calle (Rumble Fish) o Cotton Club.